El legado evolutivo de esa extinción del final del Cretácico nos
acompaña aún y en gran medida. Puede ser visto en virtualmente cada
comunidad marina, cada laguna, cada plataforma continental, en todo el
mundo. David Jablonski, paleontólogo de la Universidad de Chicago, lo
compara en ese aspecto, dentro de la biología evolutiva, al eco del Big
Bang en la cosmología.
Esta conclusión es el resultado de un análisis mundial detallado de los
bivalvos marinos, uno de los pocos grupos lo bastante abundantes en el
registro fósil como para permitir tal estudio. Andrew Krug, de la
Universidad de Chicago, Jablonski y James Valentine, de la Universidad
de California en Berkeley, revisaron las edades geológicas de cada
linaje importante de los bivalvos vivientes.
El grupo siguió procedimientos similares a los que se tomarían para
elaborar un censo de todos los habitantes de Chicago, infiriendo las
tasas de natalidad a partir del perfil de edad, y comparando los datos
con los de los censos de Tokio, la ciudad de México y otras áreas
metropolitanas internacionales importantes.
El análisis cuantificó la época de origen para 711 linajes de bivalvos
vivientes en los océanos modernos, y convirtió estos datos a tasas de
surgimiento de nuevas especies en la historia evolutiva. En todos los
casos, excepto en el de los lugares de latitudes más altas, el grupo vio
claras señales de un aumento notable en las tasas de aparición de nuevas
especies a continuación del violento fin del Cretáceo.
Ese resultado no constituyó ninguna sorpresa, porque ya se sabía que el pulso de recuperación post-extinción fue grande. El hallazgo sorprendente fue que el boom inicial de la diversidad, que debió ser sólo de unos 10 millones de años, nunca llegó a detenerse. La tasa de surgimiento de nuevas especies disminuyó su velocidad un poco, pero no retrocedió a los niveles que precedieron a la extinción. Es como si el boom de la natalidad que se registró en diversos países después de la Segunda Guerra Mundial hubiera disminuido su ritmo sólo ligeramente, pero sin regresar nunca a los niveles existentes antes de la guerra.
El por qué la tasa de surgimiento de nuevas especies nunca llegó a caer hasta los niveles anteriores sigue siendo una pregunta sin respuesta, una pregunta que ni siquiera podríamos hacernos ahora si este estudio no se hubiese llevado a cabo analizando los datos con el enfoque que se ha usado.
Una posible explicación podría ser que la extinción eliminó a competidores que habían estado limitando las poblaciones de bivalvos, y abrió más espacio, de forma permanente, para la diversificación. O quizá el aumento post-extinción de la depredación ejercida por cangrejos, peces y otros enemigos pudo haber espoleado a los bivalvos para mantener su evolución a un ritmo más rápido que bajo condiciones menos exigentes.
Fuente: http://www.amazings.com/ciencia/noticias/180309e.html